No veo la diferencia, escribe Paul Celan, entre un apretón de manos y un poema.
Voces desde el camino de la ortiga
Ven sobre tus manos hacia nosotros.
Quien solitario está con la lámpara,
no tiene más que su mano para leer”.
He aquí el poema, lenguaje acabado, remitido a una interjección, a una expresión tan poco articulada como un guiño, como un signo entregado al prójimo. ¿Signo de qué? ¿de vida? ¿de amabilidad? ¿de complicidad?
El poema quiere ir hacia un Otro, necesita a ese Otro, necesita un enfrente. Lo busca, se profiere en pos suya. Cada cosa, cada ser humano es para el poema, que se endereza a lo Otro, una figura de ese Otro.
Descubrir un lugar donde la persona, en el sobrecogimiento del yo como extraño a ella misma, se libere.
El poema busca, creo yo, también este lugar.
Paul Celan
El meridiano
Discurso a propósito de la concesión
del premio Georg Büchner Darmstadt,
22 de octubre de 1960
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