"Amor a la verdad” es una expresión impropia. La verdad no es objeto de amor, no es un objeto. Lo que amamos es algo que existe, y que pensamos y por eso puede ser la ocasión de producir verdad o error. Una verdad es siempre la verdad de algo. La verdad es el esplendor de la realidad.
El objeto del amor no es la verdad, sino la realidad. Desear la verdad es desear un contacto con una realidad, es amarla. No deseamos la verdad nada más que para amar en la verdad. Deseamos conocer la verdad de lo que amamos. En lugar de hablar de amor a la verdad, sería mejor hablar de un espíritu de veracidad en el amor.
El amor real y puro desea siempre y por encima de todo mantenerse entero en la verdad, sea cual sea, incondicionalmente. Toda otra expectativa de amor desea sobre todo satisfacciones, y por ello es un principio de error y de mentira. Es el espíritu santo.
La palabra griega que traducimos por espíritu significa literalmente soplo ígneo, soplo (aliento) mezclado con fuego, y designaba en la antigüedad, la noción que la ciencia designa hoy con la palabra energía.
Lo que traducimos por “espíritu de veracidad” significa la energía de la verdad, la verdad como fuerza agente. El amor puro es esta fuerza activa, el amor que no quiere, a ningún precio, en ningún caso, ni la mentira ni el error.
Simone Weil
Echar raíces
Ed. Trotta 1996
Trad. Juan Ramón Capella
Abajo ilustra párrafos de
Simone Weil
La Gravedad y la gracia
Ed. Trotta 2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario