miércoles, 28 de febrero de 2018
VASALLO SECAR INFINITO
El viento ahí afuera nos recuerda sin pausa lo que somos:
sólo formas de materia indefensa;
latidos bajo un cuerpo caliente
y una esperanza que se enfría;
soledades descolgadas de una realidad obcecada,
inmutable.
Existencias puestas a secar como trapos
en el patio trasero
del infinito.
DIEGO VASALLO
AL MARGEN DE LOS DÍAS
Poemas, pinturas y baladas
Ed. Harpo Libros, 2016
Ilustración de Gervasio Troche
DIBUJOS INVISIBLES
Ed. Penguin Random House LUMEN 2016
LISPECTOR APRENDIZAJE
Y de pronto, un sobresalto de alegría: ¡notaba que estaba abriendo las manos y el corazón y que se podía hacer eso sin peligro! ¡Y no estoy perdiendo nada! Estoy finalmente dándome y lo que sucede cuando me estoy dando es que recibo, recibo.
Atención, ¿existe el peligro de que el corazón esté libre? Advirtió, mientras alisaba suavemente el pelo oscuro del hombre, advirtió que en ese su explayarse es donde estaba el placer todavía peligroso de ser.
Sin embargo, notaba una seguridad extraña también: venía de la certeza súbita de que siempre tendría qué gastar y dar. No habría pues más avaricia con ese vacío-pleno que era su alma, para gastarlo en nombre de un hombre y de una mujer.
Siempre tuve que luchar contra mi tendencia a ser la sierva de un hombre (dijo Lori), tanto admiraba al hombre en contraste con la mujer. En el hombre siento el coraje de estar vivo. Mientras yo, mujer, soy un poco más delicada y por eso mismo más débil, tú eres primitivo y directo.
Lori (dijo Ulises, el filósofo), ahora eres una supermujer en el sentido en que yo soy un superhombre, tan solo porque tenemos el coraje de atravesar la puerta abierta. Dependerá de nosotros que lleguemos con dificultad a ser lo que realmente somos. Nosotros, como todas las personas, somos dioses en potencia. No hablo de dioses en el sentido divino. En primer lugar debemos seguir a la naturaleza, no olvidando los momentos bajos, puesto que la naturaleza es cíclica, es ritmo, es como un corazón latiendo.
Existir (siguió diciendo Ulises) es tan completamente fuera de lo común que si la conciencia de existir se retrasase más de algunos segundos, enloqueceríamos. La solución para ese absurdo que se llama «yo existo», la solución es amar a otro ser diferente que nosotros comprendemos que existe.
No encuentro aún una respuesta cuando me pregunto: ¿quién soy? Pero me parece que ahora lo sé: profundamente soy aquella que tiene la propia vida y también tu vida. Yo bebí nuestra vida.
Clarice Lispector
Aprendizaje o el libro de los placeres
traducción, Cristina Sáenz de Tejada y Juan García Cayo,
Ed. Siruela 2015
LISPECTOR AGUA VIVA
En realidad todavía no veo bien el hilo de la madeja de lo que te estoy escribiendo. Creo que nunca lo veré, pero admito la oscuridad donde refulgen los dos ojos de la pantera suave. La oscuridad es mi caldo de cultivo. La oscuridad hechicera. Te estoy hablando y me arriesgo a la desconexión, soy subterráneamente inalcanzable por mi conocimiento. Te escribo porque no me entiendo.
En realidad todavía no veo bien el hilo de la madeja de lo que te estoy escribiendo. Creo que nunca lo veré, pero admito la oscuridad donde refulgen los dos ojos de la pantera suave. La oscuridad es mi caldo de cultivo. La oscuridad hechicera. Te estoy hablando y me arriesgo a la desconexión, soy subterráneamente inalcanzable por mi conocimiento. Te escribo porque no me entiendo.
Pero está también el misterio de lo impersonal que es el «it»: yo tengo lo impersonal dentro de mí y no es corrupto y putrescible por lo personal que a veces me encharca; pero me seco al sol y soy un impersonal de semilla dura y germinativa. Mi personal es humus en la tierra y vive de la podredumbre. Mi «it» es duro como un guijarro.
Mi profundo anonimato que nadie ha tocado nunca.
Tengo algo importante que decirte. Es que no estoy jugando, it es un elemento puro. Es material del instante del tiempo. No estoy cosificando nada, estoy sintiendo el verdadero parto del it. Me siento mareada como quien va a nacer. Nacer…
He ayudado alguna vez a parir a una gata. Sale el gato envuelto en una bolsa de agua y completamente encogido dentro. La madre lame tantas veces la bolsa de agua que ésta al final se rompe y el gato queda casi libre, preso sólo por el cordón umbilical. Entonces la gata-madre-creadora rompe con los dientes ese cordón y aparece un hecho más en el mundo. Este proceso es el it. No estoy bromeando. Estoy seria. Porque me he liberado. Soy tan simple. Te estoy dando la libertad. Antes rompo la bolsa de agua. Después corto el cordón umbilical. Y ya estás vivo por tu cuenta. Y cuando nazco quedo en libertad. Ésta es la base de mi tragedia.
No, no es fácil. Pero «es». Me he comido mi propia placenta para no tener que comer durante cuatro días. Para tener leche que darte. La leche es un «esto». Y nadie es yo. Nadie es tú. Ésta es la soledad.
Yo soy puro it que late rítmicamente. Pero siento que dentro de poco estaré preparada para hablar de él o de ella. No te prometo ninguna historia. Pero tiene it. ¿Quién lo soporta? It es blando y es ostra y es placenta. No estoy bromeando porque no soy un sinónimo, soy el propio nombre. Hay una línea de acero que atraviesa todo esto que te escribo. Está el futuro. Que es hoy mismo.
Clarice Lispector
Agua viva
Trad. Elena Losada
Ed. Siruela 2004
sábado, 24 de febrero de 2018
LISPECTOR
Clarice Lispector falleció el 9 de diciembre de 1977, a las 10.30 horas. Sobre la lápida quedó escrito "Darle la mano a alguien fue lo que siempre esperé de la alegría".
Una alegría que fue fundamental para ella a lo largo de toda su vida y que intercaló siempre en su narrativa como medio de llegar a una revelación del mundo que definimos como epifanía.
Se puede interpretar "dar la mano" como estar en el mundo, tener un contacto con él traspasando el halo del existencialismo y con la única finalidad de ser libre.
Una tarea que vivió y cumplió Clarice Lispector desde su escritura, desde su percepción de la realidad y de su creación de mundos propios para poder sobrepasar su misma existencia, una existencia que fue tocada por la náusea, que pudo superar a través de su literatura creando una náusea literaria.
Carolina Hernández Terrazas
CLARICE LISPECTOR
LA NÁUSEA LITERARIA
Ed. Fórcola 2017
jueves, 22 de febrero de 2018
CAMUS INDIFERENCIA ABSURDO
La libertad es un destino del que puedo huir pero jamás escapar. Esta es la consecuencia de la libertad radical para Camus.
En EL MITO DE SÍSIFO, el argumento predominante de Camus es que el suicidio no es una respuesta legítima a ese absurdo. Es la creación artística lo que hay que exigir frente al absurdo. Tal y como lo habría expresado Nietzsche, disponemos del arte para no morir a manos de la verdad.
(Simon Critchley, Apuntes sobre el suicidio, Ed. Alpha Decay 2015
Ilustraciones de perfil de colección y post del muy recomendable
albúm gráfico que recorre su biografía, textos y reflexioines:
CAMUS ENTRE JUSTICIA Y MADRE
José Lenzini, Laurent Gnoni, Norma Editorial 2016)
CAMUS HOMBRE REBELDE
Si se precipita a la adoración de lo que es, renunciando a recusar una parte de la realidad, se obliga tarde o temprano a hacer.
Entre lo uno y lo otro, Iván Karamázov representa, pero en un sentido doloroso, el dejar hacer.
La poesía en rebeldía, a finales del siglo XIX y a principios del XX, osciló constantemente entre estos dos extremos: la literatura y la voluntad de poder, lo irracional y lo racional, el sueño desesperado y la acción implacable.
Una última vez, estos poetas, y sobre todo los surrealistas, iluminan para nosotros el camino que lleva del parecer al hacer, en un atajo espectacular.
El surrealismo, por el contrario, después de Rimbaud, ha querido hallar en la demencia y la subversión una regla de construcción. Rimbaud, con su obra y sólo con ella, había indicado la vía, pero a la manera fulgurante con que la tormenta revela la linde de un camino.
El surrealismo ha abierto este camino y ha codificado su localización. Con sus excesos igual que con sus retrocesos, ha dado su última y suntuosa expresión a una teoría práctica de la rebeldía irracional, en el tiempo mismo en que, por otra vía, el pensamiento en rebeldía fundaba el culto a la razón absoluta.
Albert Camus
EL HOMBRE REBELDE
Ed. Alianza 2015
CAMUS LA CAIDA y 5 HABLAR DUALIDAD COMPAÑERO
Soy como ellos, por supuesto, estamos en la misma sopa. Sin embargo yo tengo una superioridad, la de saberlo, lo cual me otorga el derecho a hablar.
Estoy seguro de que usted comprende la ventaja. Cuanto más me acuso, más derecho tengo a juzgarle. Más aún, le desafío a que se juzgue a sí mismo, lo cual me alivia otro tanto.
¡Ah, querido amigo! Somos unas extrañas y miserables criaturas, y por poco que reflexionáramos sobre nuestras vidas, no faltarían las ocasiones de asombrarnos y de escandalizarnos a nosotros mismos. Inténtelo. Puede estar usted seguro de que escucharé su propia confesión con un gran sentimiento de fraternidad.
¡No se ría! Sí; es usted un cliente difícil, lo sentí a primera vista. Pero acabará por hacerlo, es inevitable. Los demás, en su mayoría, son más sentimentales que inteligentes; enseguida se desorientan. Con los inteligentes hay que emplear más tiempo. Basta con explicarles el método a fondo. No lo olvidan, reflexionan. Un día u otro, mitad por juego, mitad por desesperación, confiesan.
Usted no solamente tiene aspecto de ser inteligente, sino que también parece bastante curtido. Confiese sin embargo que hoy se siente menos satisfecho de sí que hace cinco días. A partir de ahora esperaré a que vuelva o a que me escriba. ¡Porque estoy seguro de que volverá! Encontrará que no habré cambiado. ¿Por qué habría de cambiar si he encontrado la felicidad en lo que me conviene?
He aceptado la duplicidad en lugar de lamentarla. Por el contrario, me he instalado en ella y he encontrado el confort que tanto había buscado durante toda mi vida. En el fondo he cometido un error al decirle que lo esencial era evitar ser juzgado. Lo esencial es poder permitírselo todo, aunque haya que reconocer de vez en cuando a grandes voces la propia ignominia. Todo eso me lo puedo permitir de nuevo, y ahora sin risas.
No he cambiado de vida, continúo amándome y utilizando a los demás. Sólo que la confesión de mis faltas me permite volver a empezar con mayor ligereza y disfrutar dos veces, primero de mi naturaleza y después de un encantador arrepentimiento.
Albert Camus
LA CAÍDA
Traducción Manuel de Lope
Alianza Editorial 2015
Hablar es esencial. Es el ruido de la caída, la verdad de ese movimiento de error que ella tiene por objeto hacer oír y perpetuar, revelándolo sin traicionarlo. Antes que el monólogo de un hombre que huye del mundo, la consideración mentirosa, la falsa virtud, la felicidad sin dicha, oigo aquí el monólogo de la caída tal como podríamos presentirla, sin pudiéramos por un momento hacer callar el parloteo de la vida estable en la que por necesidad nos mantenemos.
El personaje que habla tomaría de buena gana la forma de demonio. Lo que murmura ásperamente detrás de nosotros es el espacio en el que somos invitado a reconocer que desde siempre caemos, sin interrupción, sin nosotros saberlo.
Todo debe caer, y todo lo que cae debe arrastrar en la caída, con un crecimiento indefinido, todo lo que pretende permanecer. En ciertos momentos, nos damos cuenta de que la caída sobrepasa con mucho nuestra medida y que hemos de caer de alguna forma maś de lo que nosotros somos capaces de ello.
Entonces puede comenzar el vértigo, por el que nos desdoblamos, convirtiéndonos para nosotros mismos, en compañeros de nuestra caída.
Pero a veces tenemos la suerte de encontrar junto a nosotros un verdadero compañero con el que charlamos eternamente de esta caída eterna, y nuestro discurso se convierte en el abismo modesto en que también caemo irónicamente.
Maurice Blanchot,
La amistad,
(capítulo XXII
La caída: la huida)
Trad. J. A. Doval Liz
Ed. Trotta, 2007
CAMUS LA CAIDA 4 GRITO
Me di la vuelta bruscamente, sorprendido: no había nadie. Me acerqué a la barandilla: ni gabarras, ni barcazas. Me volví hacia la isla y de nuevo escuché la risa a mis espaldas, un poco más lejos, como si bajara con el río. Permanecí allí inmóvil.
La risa fue menguando, pero aún pude escucharla claramente detrás de mí, procedente de ninguna parte, si no era de las aguas. Y al mismo tiempo pude oír los precipitados latidos de mi corazón. Quiero que me comprenda usted bien, aquella risa no tenía nada de misterioso; era una risa sana, natural, casi amistosa, las cosas en su sitio. Además, al poco rato ya no pude oír nada. Volví a los muelles.
...
Aquella noche de noviembre, dos o tres años antes de la noche en que creí escuchar risas a mi espalda, crucé a la orilla izquierda y llegué a mi domicilio por el Pont Royal. Había pasado una hora desde la medianoche, caía una lluvia fina, una llovizna más bien, que dispersaba a los escasos transeúntes. Acababa de separarme de una amiga que sin duda ya dormía.
Me sentía feliz con aquel paseo, un poco abotargado, tranquilo de cuerpo, irrigado por una sangre suave como la lluvia que caía. En el puente pasé por detrás de una sombra inclinada sobre el pretil que parecía contemplar el río. De más cerca advertí que se trataba de una mujer joven y delgada que vestía de negro. Entre los cabellos oscuros y el cuello del abrigo solamente se veía su nuca, fresca y mojada, y fui sensible a ella.
Pero proseguí mi camino después de una breve duda. Al otro extremo del puente, seguí por los muelles en dirección a Saint-Michel, donde vivía. Había recorrido ya unos cincuenta metros aproximadamente cuando oí el ruido de un cuerpo que cae al agua y que a pesar de la distancia me pareció formidable en el silencio nocturno.
Me detuve en seco pero sin darme la vuelta. Casi al momento oí un grito que se repitió varias veces, bajaba también con la corriente del río y cesó de repente. En la noche súbitamente petrificada, el silencio que siguió me pareció interminable. Quise correr y no pude moverme.
Temblaba, creo que de frío y de crispación. Me dije que tenía que apresurarme y sentí que una debilidad irresistible me invadía el cuerpo. He olvidado lo que pensé entonces. «Demasiado tarde, demasiado lejos...» o algo por el estilo. Seguí escuchando, inmóvil. Después, me alejé con pasos cortos, bajo la lluvia. No avisé a nadie.
Albert Camus
LA CAÍDA
Traducción Manuel de Lope
Alianza Editorial 2015
La historia tras la que el hombre se oculta y que es como dolorosamente hueca y ficticia, tiene ahí su pizca de verdad, su terminación conmovedora. Algo vive aquí.
Eso es real, nos atrae a lo real, sabemos que alguien podría estar allí, yendo y viniendo, observando la claridad que forman en el cielo las alas de palomas todavía ausentes (que quizás son gaviotas), profeta irrisorio que reclama el juicio sobre sí y sobre los demás, a fin de que el juicio lo agarre y lo fije.
Esperanza vana. Sólo necesita huir, y servir de soporte a ese gran movimiento de fuga que arrastra a cada uno sin enterarse nadie, pero del que ha tomado conciencia, del que es la conciencia amarga, ávida, a veces casi alegre, un poco ebria.
Maurice Blanchot,
La amistad,
(capítulo XXII
La caída: la huida)
Trad. J. A. Doval Liz
Ed. Trotta, 2007
CAMUS LA CAIDA 3 ARTIFICIO ESPONTANEIDAD
(LA CAÍDA de Camus:) En efecto, mi querido caballero, ¿qué otra cosa era el Edén sino eso: la vida en directo? Así era la mía. Jamás he necesitado aprender a vivir. En ese aspecto, ya lo sabía todo al nacer. Hay gente cuyo problema reside en protegerse de los hombres, o al menos en arreglárselas con ellos. En lo que a mí se refiere, el arreglo estaba hecho. Siempre me hallaba a gusto, cordial cuando era necesario, silencioso si era preciso, capaz de desenvoltura tanto como de gravedad. Grande era por ello mi popularidad e incontables mis éxitos sociales.
Era agraciado de porte, era a la vez infatigable bailarín y erudito discreto, llegaba a amar simultáneamente a las mujeres y a la justicia, lo que no es fácil; practicaba los deportes y las bellas artes, y en fin aquí me detengo, para no hacerme sospechoso de complacencia a ojos suyos. Pero le ruego que imagine a un hombre en lo mejor de su vida, con perfecta salud, generosamente dotado, tan hábil en los ejercicios del cuerpo como en los de la inteligencia, ni pobre ni rico, de buen dormir y profundamente satisfecho de sí mismo sin mostrarlo de ningún modo, salvo por una feliz sociabilidad.
Admitirá entonces que le hable, con toda modestia, del éxito de una vida. Sí, pocos seres han sido más naturales que yo. Mi sintonía con la vida era total; me adhería a lo que la vida era, de arriba abajo, sin rechazar ninguna de sus ironías, ni su grandeza ni sus servidumbres. En particular la carne, la materia, lo físico en una palabra, que desconcierta y desanima a tantos hombres en el amor o en la soledad, a mí me otorgaba, sin esclavizarme, mansas alegrías. Yo estaba hecho para tener un cuerpo.
De ahí aquella armonía, aquel relajado dominio de mí que la gente notaba y que a veces me confesaban que les ayudaba a vivir. Se solicitaba por ello mi compañía. Por ejemplo, creían a menudo haberme conocido antes. La vida, sus criaturas y sus dones, salían a mi encuentro; yo aceptaba su homenaje con un orgullo benevolente. En verdad, a fuerza de ser hombre, con tanta plenitud y sencillez, me sentía un tanto superhombre.
(sigue Blanchot:) Confidencia extraña pues el hombre que habla o, al menos, el personaje que representa para hablar es un hombre de vanidad y de amor propio, muy ajeno a toda espontaneidad natural, y la manera misma con que se confía sin confiarse, con un movimiento de ironía y de astucia, aumenta más la impresión de afección o de artificio que su carácter quiere darnos.
¿Cómo podríamos creer que haya estado nunca de acuerdo con la vida? ¿O bien hay que pensar que el hombre enmascarado se desenmascara aquí? ¿Es que traicionaría a algún otro?
No quisiera sugerir que Albert Camus se acordó de repente de sí mismo, del hombre natural que tuvo la dicha de ser y que habría dejado de ser porque un hombre que escribe debe, ante todo, como Edipo, tener "un ojo de más quizá".
Es como si el hombre afectado, amargo y muy de evasivas de LA CAÍDA se abriera a otro hombre y a otra vida que evoca como el alba pagana del mundo.
La caída no sería, pues, más que la desconfianza con respecto a la felicidad, la necesidad de ser no sólo feliz, sino estar justificado de serlo.
Maurice Blanchot,
La amistad,
(capítulo XXII
La caída: la huida)
Trad. J. A. Doval Liz
Ed. Trotta, 2007
Albert Camus
LA CAÍDA
Traducción Manuel de Lope
Alianza Editorial 2015
¿NECESITAMOS SER NATURALES, ESPONTÁNEOS ("DE ACUERDO CON LA VIDA"), PARA SER FELICES?
CAMUS LA CAIDA 2 MASCARA SIN RECUERDO
¿Cuándo se ha alejado? ¿De qué se ha alejado? Quizá no lo sepa, pero sabe perfectamente, pero toda su persona no es más que una máscara: desde su nombre, que es prestado, hasta los más pequeños episodios de su vida, que son tan poco particulares que no existe nadie a quien no convengan.
Su confesión no es más que un cálculo. Su relato de hombre culpable está hecho con la esperanza de tenerse por culpable, pues una verdadera falta sería una certeza en la que podría anclar su vida, sólido hito que le permitiría delimitar su curso.
Lo mismo cuando parece reprocharse su existencia egoísta; cuando dice "Vivía, pues sin otra continuidad que la cotidiana yo - yo - yo" es singular, porque cada vez que dice YO, nadie responde; es solamente una llamada que retumba vanamente de aquí para allá, una reminiscencia irónica, recuerdo que no se recuerda.
Maurice Blanchot,
La amistad,
(capítulo XXII
La caída: la huida)
Trad. J. A. Doval Liz
Ed. Trotta, 2007
Seamos justos: a veces también ocurría que mis olvidos fueran meritorios. Habrá podido observar que hay gente cuya religión consiste en perdonar todas las ofensas, y de hecho las perdonan, pero no las olvidan nunca.
Yo no estaba hecho de la fibra de los que perdonan las ofensas, pero siempre acababa por olvidarlas. Y alguno de los que creían que yo le detestaba no llegaba a creerse que yo le saludara con una amplia sonrisa.
Entonces, según su naturaleza, admiraba mi grandeza de espíritu o despreciaba mi cobardía sin pensar que mis motivos eran más sencillos: me había olvidado hasta de su nombre. La misma deficiencia que me hacía indiferente o ingrato me volvía entonces magnánimo.
Por eso vivía sin más continuidad que la del día a día, la del yo al yo. Día a día de las mujeres, día a día de la virtud o del vicio, día a día como los perros, pero yo mismo todos los días, sólido, en mi sitio.
Avanzaba así por la superficie de la vida, sobre las palabras, por decirlo de algún modo, nunca sobre la realidad. ¡Tantos libros apenas leídos, tantos amigos apenas amados, tantas ciudades apenas visitadas, tantas mujeres apenas poseídas! Hacía gestos por aburrimiento o por distracción.
Los seres pasaban, querían agarrarse, pero no encontraban asidero y era una desgracia. Para ellos. Porque en cuanto a mí, yo lo olvidaba. Nunca me acordé más que de mí mismo.
Sin embargo poco a poco me fue volviendo la memoria. O mejor dicho, yo volví a ella, y encontré el recuerdo que me esperabaSeamos justos: a veces también ocurría que mis olvidos fueran meritorios.
Albert Camus
LA CAÍDA
Traducción Manuel de Lope
Alianza Editorial 2015
Ilustración del muy recomendable
albúm gráfico que recorre su biografía, textos y reflexiones:
CAMUS ENTRE JUSTICIA Y MADRE
José Lenzini, Laurent Gnoni,
Norma Editorial 2016)