LA CAÍDA-1 abro esta nueva serie sobre la última novela de Camus con una perspectiva personal de contraste con EL EXTRANJERO pues me parece el otro lado del espejo: si Mersault era voz del exterior, simple devenir sin rebeldía, el Clamence de aquélla sobreabunda desde un interior invasivo otra voz, ahora ilustrada y poderosa, que sí parece autodeterminarse pero que realmente se pierde en una incontinencia que a todos nos quiere tocar en algo.
De nuevo esta serie partirá de fragmentos ilustrativos de la propia novela y acabará con comentarios tremendamente sugestivos y profundos de otro estudio de Blanchot sobre la misma:
"Soy hablador, vaya, y me relaciono fácilmente. Aunque sé conservar las convenientes distancias, aprovecho cualquier ocasión. Cuando vivía en Francia me resultaba imposible toparme con un hombre de ingenio sin que hubiera de relacionarme al momento con él.
¡Ah! Ya veo que reacciona ante ese imperfecto de subjuntivo. Confieso mi debilidad por ese tiempo del verbo y por el lenguaje florido en general. Debilidad que llego a reprocharme, créame.
Sé muy bien que la afición por la lencería fina no supone que se tengan los pies sucios. No es óbice. El estilo, como el popelín, a menudo disimula el eccema. Me consuelo diciéndome que, al fin y al cabo, los que mal hablan tampoco son puros.
Le confesaré que me siento atraído por estas criaturas hechas de una sola pieza. Cuando se ha meditado largamente sobre el hombre, por oficio o por vocación, se llega a sentir cierta nostalgia por los primates. Ellos no tienen segundas intenciones."
Albert Camus
LA CAÍDA
Traducción Manuel de Lope
Alianza Editorial 2015
Diálogo encerrado en monólogo. No faltarán hombres reflexivos para hacernos ver de qué variadas maneras EL EXTRANJERO, LA PESTE, LA CAÍDA acomodan el relato con la confindencia,
y que el extranjero, al hablar de sí dicendo YO, habla con la impersonalidad de un ÉL ya extraño a sí;
que, en LA PESTE es en tercera persona como el personaje central, redactor de la historia, narra los acontecimientos que, sin embargo, le conciernen directamente, pues en la comunidad de la desgracia anónima no conviene reservar su parte a la intimidad del recuerdo.
Y aquí, en LA CAÍDA, donde el que habla no habla más que de sí mismo, no sin rodeos, pero aparentemente sin reticencias, con todos los recursos de una maravillosa retórica, como abogado distinguido que es, nos damos cuenta enseguida de que no habla de su propia vida, sino de la de todos, que esa vida no tiene contenido, que su confidencias no confían nada...
¿Qué queda? La ironía.
Ante todo evita enseñar nada. Es la gracia de la ironía: no nos da sino lo que nos quita; si afirma, la afirmación es un lugar ardiente del que tenems prisa por salir. A veces la ironía se hace pesada. Este peso es también su ligereza: es que no tiene humor.
En este relato atrayente, veo la huella de un hombre en fuga, y el atractivo que ejerce precismante el relato, atractivo fuerte y sin contenido, reside en el movimiento mismo de la huida.
La lucidez no permite reinar en la inocencia mucho tiempo.
Maurice Blanchot,
La amistad,
(capítulo XXII
La caída: la huida)
Trad. J. A. Doval Liz
Ed. Trotta, 2007
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