EL EXTRANJERO de Camus (5 y final EXTRAÑAMIENTO EN EL SER) Es la ausencia profunda (dice Blanchot), el abismo en el que tal vez no hay nada, o tal vez está todo; abismo que conlleva todo espectáculo humano. Su extrañamiento no es el característico de un individuo que se siente ajeno a las convenciones y a las leyes; sino que representa el sentido que adquiere la existencia cuando se la observa desde la exterioridad de los modos de pensar y sentir que el empleo de las palabras hace explícito.Es esa originalidad esencial que se afirma enteramente en el presente y, cambiando todo azar en destino, choca con el mundo, las cosas y la sociedad como contra un no se sabe qué imposible, pero natural e inexorable.
"Me explicó (el patrón) que iba a hablarme de un proyecto todavía muy vago. Tenía intención de instalar una oficina en París que se ocuparía de sus negocios allí, y directamente, con las grandes compañías, y quería saber si yo estaría dispuesto a ir. Podría así vivir en París y viajar, además, una parte del año. «Usted es joven y tengo la impresión de que es una vida que ha de gustarle.» Dije que sí, pero que en el fondo me daba igual. Me preguntó entonces si no me interesaba un cambio de vida. Contesté que no se cambia nunca de vida, que en cualquier caso todas valían lo mismo y que la mía aquí estaba lejos de disgustarme. Pareció descontento, me dijo que nunca respondía directamente, que no tenía ambición y que eso era desastroso en los negocios. Hubiera preferido no decepcionarlo, pero no veía razón alguna para cambiar de vida. Pensándolo bien, no me sentía desgraciado. Cuando era estudiante, tenía yo muchas ambiciones de ese tipo. Luego, cuando tuve que abandonar mis estudios, comprendí muy pronto que todo eso carecía de verdadera importancia."
...
"Por primera vez, después de tanto tiempo, pensé en mamá. Creí comprender por qué al final de su vida se había echado un «novio», por qué había jugado a recomenzar. Allá, también allá, en torno a aquel asilo donde las vidas se extinguían, la noche era como una tregua melancólica. Tan próxima a la muerte, mamá debió de sentirse liberada de ella y dispuesta a revivirlo todo. Nadie, nadie tenía derecho a llorarla. Y también yo me sentí dispuesto a revivirlo todo. Como si esa gran cólera me hubiese purgado del mal, vaciado de esperanza, ante esta noche cargada de signos y de estrellas me abría por vez primera a la tierna indiferencia del mundo. Al encontrarlo tan semejante a mí, tan fraterno al cabo, sentí que había sido feliz y que lo era todavía. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, no me queda más que desear en el día de mi ejecución la presencia de muchos espectadores que me acojan con gritos de odio."
Así termina EL EXTRANJERO de Albert Camus, en la traducción del gran poeta J.A. Valente, y dibujos de José Muñoz, de la extraordinaria edición de ALIANZA, donde, además de la ilustración los párrafos se separan para que los efectos emocionales propios se destaquen.
La filosofía ordinaria no llega a este personaje, pero es ontológico.
Su esencia la lleva en su inmediata existencia. Tiene una fascinante asunción de la acción como acto ineludible. Este apego lo hace indudablemente básico y existencial. Es ajeno a los convencionalismo sociales y encierra autenticidad. Pero es un EXTRANJERO PARA SÍ, rehén de la acción. También es extranjero para los demás. Todo parece igual. "Me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo" (dice al final de la novela, como si descubrier a los demás). Sin reposo en sí, sin cimientos en el mundo (salvo en prisión), en un extrañamiento de todo lugar, del otro lado del ser. "Los hombres se buscan en su incondición de extranjeros. Nadie está en su casa", dice Levinas en Humanismo del otro hombre. Le falta aquella implicación respecto de los otros que nos permite entrar en esa ontología ética
tan necesaria, como vital.
G+25-6-2016
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