jueves, 22 de febrero de 2018

CAMUS EL EXTRANJERO 4 CULPA CONDENA

EL EXTRANJERO de Camus (4-CULPA, CONDENA) «Nunca vi un alma tan endurecida como la suya. Los criminales que han comparecido aquí lloraron siempre ante esta imagen del dolor» (Murmuró el juez instructor con el crucifijo en la mano).

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Estuve a punto de responder que eso era precisamente porque se trataba de criminales. Pero pensé que yo también lo era. Se trataba de una idea a la que no podía acostumbrarme. El juez se levantó en ese momento, como para darme a entender que el interrogatorio había terminado.

Tan sólo me preguntó con el mismo aire un poco cansino si lamentaba mi acto. Reflexioné y dije que, más que una auténtica pena, lo que sentía era cierto aburrimiento. Tuve la impresión de que no me comprendía.
...
«¿Ha dicho, al menos, que lo lamentaba? Nunca, señores. Ni una sola vez en el curso de la instrucción me pareció conmovido este hombre por su abominable crimen» (el Fiscal). Se volvió entonces hacia mí, me señaló con el dedo y siguió abrumándome sin que, en realidad, yo comprendiera bien por qué.

Sin duda, no podía dejar de reconocer que tenía razón. Yo no lamentaba gran cosa mi acto. Pero tanto encarnizamiento me asombraba. Hubiera querido tratar de explicarle cordialmente, casi con afecto, que yo nunca había podido lamentar nada verdaderamente.

Estaba siempre acaparado por lo que iba a suceder, por hoy o por mañana. Pero, naturalmente, en el estado en que se me había puesto, no podía hablar a nadie en ese tono. No tenía derecho a mostrarme afectuoso, a manifestar buena voluntad. Traté de atender de nuevo porque el fiscal había empezado a hablar de mi alma.
...
Le dije que mamá había muerto. Quiso saber cuándo, y le respondí: «Ayer». Hizo un ligero movimiento, pero ningún comentario. Quise decirle que no era culpa mía, pero me contuve porque pensé que ya se lo había dicho a mi patrón. Nada significaba eso. De todos modos, uno es siempre un poco culpable.

...
¿Qué importaba si, acusado de asesinato, lo ejecutaban por no haber llorado en el entierro de su madre?

El perro de Salamano valía tanto como su mujer. La mujercita automática eran tan culpable como la parisiense con la que se había casado Masson o como Marie, que deseaba que me casara con ella. ¿Qué importaba que Raymond fuese tan amigo mío como Celeste, que valía bastante más que él?

¿Qué importaba que Marie diese hoy su boca a un nuevo Meursault? ¿Comprendía ese condenado, y que desde el fondo de mi porvenir...?

Me ahogaba gritando todo esto.

EL EXTRANJERO de Albert Camus, 1942
en traducción de M.A.Valente
y dibujos de José Muñoz
de la extraordinaria edición de Alianza, 2015

Dice Blanchot sobre esta condena:

Aparece porqué la sociedad le condena: lo hace, no a causa del asesinado, que podría disculparse, ni por su pretendida insensibilidad, facil de ocultar con interpretaciones favorables, sino por la ausencia fundamental que revela por su presencia total hasta en sus gestos más sencillos, más elementales, por esta ausencia de pensamiento y de vida subjetiva que hace de él un extraño.

Cada uno se condena por que la vida que cree escoger, el destino que se intenta abarcar, no son nada ante los ojos del único destino que escoge a cada persona. Pero esta persona es, por otra parte, privilegiada, lo cual expresa la justificación final que la pone de acuerdo con sus actos, recompensándola por no haber eludido nada, ni dejando nada para más tarde, devolviéndole su parentesco con el mundo incognoscible.

(FALSOS PASOS, ed. Pretextos)

¿Hay una represión social hacia el alma del extraño? ¿Dónde está la culpa, o lo está en todas partes, o en ninguna?

El interrogatorio nos deja a un paso de la desnudez del extranjero ¿Podremos en la siguiente y última entrega desvelar sus capas de autenticidad, o falsedad, o puramente de naturaleza?

G+ 22-6-2016

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